martes, 24 de mayo de 2011

IMMA


Hoy, hace nueve años, tuve por primera vez en mis brazos un pedacito hermoso de carne a quien su papá y yo, decidimos llamar Imma Scherezada. Un tan frágil ser humano, que decidí defender y amar con todas las células de mi cuerpo. Con todos los días de mi vida. Por quien soy y por quien crezco cada día.

Me convertí en mamá con todo el miedo del mundo (pues mi niña llegó sin instructivo). Poco a poco he descubierto capacidades que jamás pensé que tenía: Despertar a mitad de la noche para alimentar a una insaciable bebé y cambiar su oloroso pañal sucio. Ser enfermera 24/7 cuando así se ha requerido. Llegar con alegría a mi segundo turno después de un largo día de trabajo (y mi jefecita de este turno SI que es exigente).

He tenido que curar heridas que no entiendo cómo se han producido y consolar con palabras de ternura cuando lo que más he quiero es salir corriendo a darle un coco a la niña que ha hecho llorar a mi ternurita.

Tuve que mentir acerca del ratón Pérez y Santa Claus y después ofrecer disculpas cuando la verdad salió a flote. Aprendí lenta y torpemente a hacer disfraces y manualidades y me quité la vergüenza de salir a venderlas cuando, en su mundo todopoderoso, quiso ser Reina de la Primavera. ¡Y casi lo logramos!

También ha sido necesario corregir actitudes negativas y con todo el dolor de un corazón de madre, castigar y dar un golpe cuando ha sido preciso. En esos momentos, he sido una malvada y los: “Tu no me quieres. Ojala no fueras mi mamá” allí han estado…

Ahora entiendo la frase: “A mi me duele más que a ti”. Y es cierta.

Pero me dolería aún más, que no creciera o madurara. Así que aunque las verduras y medicinas no saben buenas, también me he buscado trucos para que las tome.

Si, debo aceptarlo. Las madres somos los seres más mañosos sobre la tierra. Nos damos nuestra maña para que los hijos coman, duerman, hagan la tarea y se bañen. Siempre tenemos en la lengua una frase que pueda ser una lección de vida: “Ya ves por qué hay que hacer…” y de esta forma, nos apoyamos en los errores ajenos para que nuestros hijos aprendan algo. Por supuesto, de un modo muy casual y sin que se note el terror de que fuera a nuestro pequeño a quien le hubiera sucedido.

Cuando ella era bebé, me despertaba a mitad de la noche, solo para cerciorarme de que respiraba. Hoy paso por enfrente de su escuela para verificar que todo está en orden. El ser una madre híper-aprehensiva, me llevó a ser Presidenta de la Sociedad de Padres de Familia del Preescolar. El mismo puesto me espera para cuando ella esté en quinto y sexto año de primaria.

Aprendió a nadar y rompió mi corazón cuando me dijo que no quería competir. Y yo acepté con un gran suspiro de resignación, pero agradeciendo que haya tenido el valor de decírmelo. Ahora toma clases de teatro y flauta. Definitivamente es del tipo artístico y no deportivo y lleva a cabo las dos actividades con la disciplina de una adulta. Mi adulta chiquita.

Ahora tenemos pláticas de nosotras dos. De cosas que su papá no imagina (ni queremos que sepa). Dejó el asiento trasero del carro y es mi copiloto cuando volamos por las calles de Colima mientras cantamos como gallinas "Everybody Dance Now". Ya no se sube al carrito del super porque le gusta tener libertad de acción y se enorgullece de ir sola en su scooter a la tienda. Se encarga de la limpieza de las “gracias” de su perra y defiende a su gato a capa y espada. Es mi contrincante en el dominó y mi contacto de Messenger.

Ya no es más una bebé, pero siempre será MI bebé. Y yo, su mami, amiga, mascota, juguete, cómplice y a veces, solo a veces, su malvada madrastra.

¡¡Te amo Princesita Imma, feliz cumplee!!

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